2 de febrero de 2016
14/032
14/032
No puedo dejar que el cielo se oscurezca
por los latidos apagados
de las lágrimas circunscritas
al odio de tu mirada.
No puedo dejar que el sol se oculte
sin que pueda volver a salir,
Sin que un nuevo amanecer se produzca
en mi vuelo hacia el sur.
No quiero que mis pasos se olviden
en el tránsito de los vientos atlánticos
mientras las golondrinas mueren
cruzando el estrecho.
Sólo quiero que cuando camines,
marchándote de mi lado,
Me olvides como desmemoriado en la vejez
y que tu recorrido te aleje
de la rabia que dejas en mi.
Sólo quiero que el odio que has fecundado,
no germine destrozándome con sus brotes de tristeza,
con sus hojas llenas del veneno que has sembrado.
Quiero decirte adiós,
Adiós en cada paso,
en cada palabra,
en cada acto,
en cada llanto.
Dime tu también adiós,
Adiós en cada uno de mis silencios,
En cada una de las frases
que no salen de tu corazón.
©® César Gorín
"La horas en las que no hay nadie"
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